¡UFFF! Ok, ¿por dónde empezar?
Es un hecho que las redes sociales han venido a revolucionar la manera en la cual nos relacionamos, es impactante como tenemos la facilidad de conocer a alguien con tan solo un click y claro que esto es algo que he hecho en más de una ocasión, sin embargo, recientemente tuve una experiencia que me dejó mucho que pensar y te la quiero compartir.
Si bien, a lo largo de mi vida he conocido a un sinfín de personas gracias a las redes sociales jamás me había enganchado con alguien que apenas si conozco.
Esta historia comenzó hace unos meses cuando un conocido me contactó, empezamos a platicar y actualizarnos respecto a nuestras vidas, todo iba bien hasta que, tuvimos un encuentro en la vida real que desató que nuestra interacción fuera aún más frecuente, ya sabes conversaciones a diario para conocer nuestras mentes, emociones, etc. Para ser honesta fue algo muy divertido debido a que conectamos con bastante facilidad y malamente yo comencé a vincular sentimientos, sin embargo, algo dentro de mi me decía que eso podía salir mal, ya que él no vive en mi país.
Y así fue, tras semanas de conversar decidí ser frontal respecto a mis emociones debido a que si no era clara habría malentendidos, al final actúe y ahora solo somos amigos, ¡cibernéticos!, claro.
Peeeeeeero, claro que mi cabeza no se quedó con eso, comencé a analizar el por qué me había enganchado con alguien al cual había visto 15 minutos en mi vida y me puse a investigar.
Pues resulta que este tipo de relaciones virtuales viven mayormente de la IDEALIZACIÓN, lo cual resulta bastante peligroso para la salud mental, ya que al no conocer a la persona hay un gran espacio para la imaginación, para rellenar las características del individuo y por consecuencia, podemos crear un modelo de perfección que no corresponde con la realidad.
Lo que resulta realmente preocupante de esto son las consecuencias, debido a que estamos programando a nuestra mente a vivir en el ideal, lo cual puede ser decepcionante a la hora de transportarlo a un plano real, además de que puede volverse algo adictivo; Algunos expertos indican que las emociones pueden ser más fuertes en un romance cibernético, debido a que las relaciones con constante contacto físico no ocultan la realidad y no hay este espacio para la imaginación como se presenta en la relación virtual.
Dicho esto, mi análisis me llevó a pensar que si este tipo de interacciones son más comunes y comenzamos a normalizarlo, nuestro ser estará cada vez más inconforme con la realidad, será más sencillo lidiar con la fantasía que con todo lo que implica el mundo real. ¡Maldita sea, solo nos estamos aislando más!
Y es que como seres humanos tenemos la necesidad de independencia y por otro lado también la de no estar solos y ¡vaya que la realidad virtual satisface ambas! Encima nos remonta a una herramienta básica de la humanidad: la comunicación.
Digamos que por muy modernos que nos queramos sentir, esta herramienta nos retrocede al coqueteo del siglo XVII y abraza el “efecto Cyrano”, el cual tiene una gran interrogante: ¿Te puedes enamorar de alguien a través de sus palabras y conectar con su alma?
Las relaciones virtuales son la culminación de esta idea, digamos que la falta de comunicación no verbal da pie a un aumento de las confidencias, por consecuencia se genera una sensación de intimidad muy grande, de manera que si las personas llegan a conocerse esto puede terminar en una gran decepción.
Aunado a que el infinito abanico de posibilidades de encontrar nuevas parejas afecta la capacidad de comprometerse, digamos que el mundo virtual aumenta las dudas de si podríamos haber encontrado algo mejor, pero recuerda que todos estos procesos románticos suceden detrás de un avatar que tan solo es una representación mejorada de nosotros mismos.
Para mí, el problema surge cuando no somos conscientes de las limitaciones que este tipo de situaciones nos pueden traer, siempre hay que dejar espacio el análisis sobre este tipo de temas, pero bueno, dime ¿tú qué opinas? ¡Te leo!
¡Gracias por el tiempo! Tqm.
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